lunes, 23 de marzo de 2020

De Emma Scarpini a Ramona Montiel





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Casi cuarenta años después de la escandalosa presentación de la obra de Sívori, El despertar de la criada, Lino Eneas Spilimbergo (1886-1965), con Breve historia de la vida de Emma retoma la historia de las temáticas “no santas”. El pintor concreta una serie de monocopias referidas a la vida de una mujer a la que la carencia de un futuro cierto conducen a la prostitución y a su posterior suicidio.
Si algo le faltaba a Spilimbergo, fuera de haber sido uno de los más notables dibujantes y pintores de la Argentina, era el hecho de haber abordado temáticas de fuerte compromiso social. Siempre lo conocimos y lo reconocimos por sus estructurados paisajes, sus terrazas con estáticas figuras o sus retratos que parecen querer emular un clasicismo ya transcurrido…pero, tanto la Breve historia de la vida de Emma como el Interlunio (1937) de Oliverio Girando, le brindaron la inapreciable posibilidad de conformar otro Spilimbergo distinto; otro artista capaz de sumergirse en la marginalidad, la bohemia y lo exacerbado.
Se podría decir sin atreverse a cometer error alguno, que a Emma Scarpini la inventó en su totalidad el pintor. Spilimbergo elaboró una falsa crónica policial que relata el final de Emma, una joven “autorizada para ejercer la prostitución” que se suicida arrojándose desde el noveno piso de un hotel.
El breve y dramático argumento lo lleva a ejecutar 36 imágenes, resueltas mediante la técnica de la monocopia, que ilustran distintos momentos de la vida de la supuesta Emma. Monocopias que nos entregan en su plenitud, la maestría del dibujo del artista que solo recurre al soporte del blanco y el negro y, le otorga de este modo, mayor carga dramática a las escenas representadas.
Fuera de las frecuentes alusiones de la crítica, a la presencia en la serie de un marcado erotismo y de aspectos vinculados a la sexualidad y el género. Son también escenas que dejan bien en claro el profundo compromiso del creador con las temáticas sociales y más aún con cuestiones donde la marginalidad, la miseria extrema y la falta de trabajo parecen casi naturalizarse; convertirse en una especie de mal inevitable; en un castigo obligatorio que padecieron muchos de los inmigrantes.
Está claro que Emma, por su apellido Scarpini fue imaginada por Spilimbergo, como un triste resultado de las corrientes migratorias que poblaron a principios de siglo Buenos Aires, buscando un futuro mejor. La ficticia crónica policial y las 36 monocopias, le posibilitaron al artista la fórmula para ejemplificar el “atrapado sin salida” de ciertos sectores marginales o de extrema pobreza.
Sería necesario destacar que en la década en que Spilimbergo dibuja a Emma, es la que se sumerge en profundas crisis económicas a nivel mundial. Es la época donde Liborio Justo, refleja con su cámara, las calles de una Norteamérica sumida en la “gran depresión” y, es por lo tanto el ámbito preciso para relatos como el de Emma Scarpini. Es también el lapso de tiempo inmediatamente posterior, a la publicación de El juguete rabioso (1926) y Los siete locos (1929) relatos en los que Roberto Arlt establece casi un modelo de tipologías marginales o extravagantes; personajes porteños signados por la traición o el fracaso como Emma.
Hay de todos modos una luz favorable que por momentos ilumina al personaje de Spilimbergo. Si Emma Scarpini vende su cuerpo es sólo para intentar escapar de la miseria. La instancia nos trae a la memoria a otra Emma; a la Emma Zunz del cuento de Borges, que casi adolescente pierde la virginidad con un marinero extranjero a fin de elaborar una coartada y poder vengar así la memoria de su padre….” Ella sirvió para el goce y él para la justicia” expresa su autor en un momento clave del relato. La instancia nos lleva a recordar también que en la ficticia crónica policial, el pintor escribe: “Se halló en su habitación una carta para sus padres que decía: “Siempre fui buena”...”.
A las dos Emmas, la vida les ha deparado como en las antiguas tragedias griegas una encrucijada para resolver…si se han mezclado con los “bajos fondos” es en gran medida a raíz de tal circunstancia; de ser reales con seguridad merecerían una segunda oportunidad.



                                                                        

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Ramona Montiel, creada por Antonio Berni (1905-1981) hacia los sesenta, se diferencia notablemente de Emma Scarpini, pese a que muchos sostienen que ella fue la fuente inspiradora del rosarino al momento de elaborar el también ficticio personaje. Ramona, pertenece a otra época distinta a la de Emma; a una época teñida de consumismo (y Buenos Aires no es ajeno a ello) y de enormes competencias. El propio Berni es el que marca la “tendencia” de su personaje…” descubre que en las relaciones con patrones y gerentes de empresas, el cuerpo, puede serle mucho más rentable...”
Ya por 1932, Antonio Berni, se había enfrentado con la “ mala vida” en forma directa, cuando con una cámara Leika traída de Europa, toma fotos en un burdel rosarino para un artículo de la revista Rosario Gráfico con textos del porteño Rodolfo Puigross. Las tomas en blanco y negro, muestran a las licenciosas mujeres rosarinas con escasa ropa para la época; sentadas en sillas aguardando clientes o departiendo con ellos en un lateral de la gran sala principal.
Pero, la Ramona de Berni, se relaciona tan poco con la Emma de Spilimbergo como con los lupanares de Rosario que fotografiara el artista. Su rubio cabello y su escultural figura nos recuerda a las prostitutas del centro porteño; a las bellas mujeres francesas, rusas o polacas que traía a Buenos Aires la Zwig Migdal, una sórdida organización que llegó a manejar cerca de dos mil prostíbulos. Ramona es una prostituta “de lujo” como lo fueron las prostitutas francesas décadas atrás; es una mujer que aspira a mejorar su condición de vida y por ello debe pagar un muy alto precio: quedar atrapada en la telaraña del consumismo tal cual como si fuera un producto de cierto costo expuesto a la venta.
El sueño de Ramona (1976), una de las obras de la serie que Berni dedica al personaje parece anunciar el cierre de un ciclo del arte porteño que había abierto Sívori con su Despertar de la criada. Con claro conocimiento de causa, Berni, emplea básicamente los mismos elementos que Sívori para la escena: una habitación sin puertas ni ventanas visibles; una cama de bronce y un cuerpo femenino exhibido en una casi total desnudez. Sólo que ahora la criada ha sido reemplazada por una Ramona de “vida ligera” que no tiene reparo alguno en ofrecer su cuerpo al “mercado” de una sociedad de consumo cada vez más perversa… por una mujer sentenciada a un destino como la “papusa” del tango de Cadícamo “….Si entre el lujo del ambiente hoy te arrastra la corriente, mañana te quiero ver…”.
Si Ramona Montiel no es Emma Scarpini, ni la criada de Sívori, entonces… ¿De dónde proviene el personaje de Berni? Para ahondar en la cuestión debemos remitirnos al año 1962 y a una carpeta de arte del grabado denominada Tango, realizada por notables artistas como Batlle Planas, Castagnino, Soldi y Policastro. Berni participa en esta carpeta con una estampa titulada Te acordás Milonguita y, la misma ya lo ubica a un paso de su personaje. Sólo le falta reemplazar a Milonguita por Ramona Montiel. Por una heredera, sin duda alguna, de la tipología femenina que define la letra del tango de Samuel Linning. Milonguita es “la muchacha de barrio que llega al centro y más precisamente al cabaret¨".

 Jorge Jofre.2020.
Fragmento de  "Emma Scarpini, Ramona Montiel e Isabel Sarli. Marginalidad y erotismo en el arte y el cine". 
Publicado en HISTORIA REGIONAL ; 2009.