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Casi cuarenta años después de la escandalosa presentación de la obra de Sívori, El despertar de la
criada, Lino Eneas Spilimbergo (1886-1965), con Breve historia de la vida de
Emma retoma la historia de las temáticas “no santas”. El pintor concreta
una serie de monocopias referidas a la vida de una mujer a la que la carencia
de un futuro cierto conducen a la prostitución y a su posterior suicidio.
Si algo le faltaba a Spilimbergo, fuera de haber sido uno de los más notables
dibujantes y pintores de la Argentina, era el hecho de haber abordado temáticas
de fuerte compromiso social. Siempre lo conocimos y lo reconocimos por sus
estructurados paisajes, sus terrazas con estáticas figuras o sus retratos que
parecen querer emular un clasicismo ya transcurrido…pero, tanto la Breve
historia de la vida de Emma como el Interlunio (1937) de Oliverio
Girando, le brindaron la inapreciable posibilidad de conformar otro Spilimbergo distinto; otro artista capaz
de sumergirse en la marginalidad, la bohemia y lo exacerbado.
Se podría decir sin atreverse a cometer error alguno, que a Emma Scarpini la inventó en su totalidad el
pintor. Spilimbergo elaboró una
falsa crónica policial que relata el final de Emma, una joven “autorizada para
ejercer la prostitución” que se suicida arrojándose desde el noveno piso de un
hotel.
El breve y dramático argumento lo lleva a ejecutar 36 imágenes,
resueltas mediante la técnica de la monocopia, que ilustran distintos momentos
de la vida de la supuesta Emma. Monocopias que nos entregan en su plenitud, la
maestría del dibujo del artista que solo recurre al soporte del blanco y el
negro y, le otorga de este modo, mayor carga dramática a las escenas
representadas.
Fuera de las frecuentes alusiones de la crítica, a la presencia en la
serie de un marcado erotismo y de aspectos vinculados a la sexualidad y el
género. Son también escenas que dejan bien en claro el profundo compromiso del
creador con las temáticas sociales y más aún con cuestiones donde la
marginalidad, la miseria extrema y la falta de trabajo parecen casi
naturalizarse; convertirse en una especie de mal inevitable; en un castigo
obligatorio que padecieron muchos de los inmigrantes.
Está claro que Emma, por su apellido Scarpini fue imaginada por Spilimbergo, como un triste resultado de
las corrientes migratorias que poblaron a principios de siglo Buenos Aires,
buscando un futuro mejor. La ficticia crónica policial y las 36 monocopias, le
posibilitaron al artista la fórmula para ejemplificar el “atrapado sin salida”
de ciertos sectores marginales o de extrema pobreza.
Sería necesario destacar que en la década en que Spilimbergo dibuja a Emma, es la que se
sumerge en profundas crisis económicas a nivel mundial. Es la época donde
Liborio Justo, refleja con su cámara, las calles de una Norteamérica sumida en
la “gran depresión” y, es por lo tanto el ámbito preciso para relatos
como el de Emma Scarpini. Es también el lapso de tiempo inmediatamente posterior, a la
publicación de El juguete rabioso (1926) y Los siete locos (1929)
relatos en los que Roberto Arlt establece casi un modelo de tipologías marginales o extravagantes;
personajes porteños signados por la traición o el fracaso como Emma.
Hay de todos modos una luz favorable que por momentos ilumina al
personaje de Spilimbergo. Si Emma Scarpini vende su cuerpo es sólo para intentar escapar
de la miseria. La instancia nos trae a la memoria a otra Emma; a la Emma Zunz del cuento de Borges, que
casi adolescente pierde la virginidad con un marinero extranjero a fin de
elaborar una coartada y poder vengar así la memoria de su padre….” Ella
sirvió para el goce y él para la justicia” expresa su autor en un momento
clave del relato. La instancia nos lleva a recordar también que en la ficticia
crónica policial, el pintor escribe: “Se halló en su habitación una carta
para sus padres que decía: “Siempre fui buena”...”.
A las dos Emmas, la vida les ha deparado como en las antiguas tragedias griegas una
encrucijada para resolver…si se han mezclado con los “bajos fondos” es en gran
medida a raíz de tal circunstancia; de ser reales con seguridad merecerían una
segunda oportunidad.
unl.edu.ar
Ramona Montiel, creada por Antonio Berni (1905-1981) hacia los sesenta,
se diferencia notablemente de Emma Scarpini, pese a que muchos sostienen que ella fue la
fuente inspiradora del rosarino al momento de elaborar el también ficticio
personaje. Ramona, pertenece a otra época distinta a la de Emma; a una época
teñida de consumismo (y Buenos Aires no es ajeno a ello) y de enormes competencias.
El propio Berni es el que marca la “tendencia” de su personaje…” descubre
que en las relaciones con patrones y gerentes de empresas, el cuerpo, puede
serle mucho más rentable...”
Ya por 1932, Antonio Berni, se había enfrentado con la “ mala vida” en
forma directa, cuando con una cámara Leika traída de Europa, toma fotos en un burdel
rosarino para un artículo de la revista Rosario Gráfico con textos del
porteño Rodolfo Puigross. Las tomas en blanco y negro, muestran a las
licenciosas mujeres rosarinas con escasa ropa para la época; sentadas en sillas
aguardando clientes o departiendo con ellos en un lateral de la gran sala
principal.
Pero, la Ramona de Berni, se relaciona tan poco con la Emma de Spilimbergo como con los lupanares de
Rosario que fotografiara el artista. Su rubio cabello y su escultural figura
nos recuerda a las prostitutas del centro porteño; a las bellas mujeres
francesas, rusas o polacas que traía a Buenos Aires la Zwig Migdal, una sórdida organización que llegó a manejar
cerca de dos mil prostíbulos. Ramona es una prostituta “de lujo” como lo fueron
las prostitutas francesas décadas atrás; es una mujer que aspira a mejorar su
condición de vida y por ello debe pagar un muy alto precio: quedar atrapada en
la telaraña del consumismo tal cual como si fuera un producto de cierto costo
expuesto a la venta.
El sueño de Ramona (1976), una de las obras de la serie que Berni dedica al personaje
parece anunciar el cierre de un ciclo del arte porteño que había abierto Sívori con su Despertar de la
criada. Con claro conocimiento de causa, Berni, emplea básicamente los
mismos elementos que Sívori para la escena: una habitación sin puertas ni ventanas visibles; una
cama de bronce y un cuerpo femenino exhibido en una casi total desnudez. Sólo
que ahora la criada ha sido reemplazada por una Ramona de “vida ligera” que no
tiene reparo alguno en ofrecer su cuerpo al “mercado” de una sociedad de
consumo cada vez más perversa… por una mujer sentenciada a un destino como la
“papusa” del tango de Cadícamo “….Si entre el lujo del ambiente hoy te arrastra la corriente,
mañana te quiero ver…”.
Si Ramona Montiel no es Emma Scarpini, ni la criada de Sívori, entonces… ¿De dónde proviene el personaje
de Berni? Para ahondar en la cuestión debemos remitirnos al año 1962 y a
una carpeta de arte del grabado denominada Tango, realizada por
notables artistas como Batlle Planas, Castagnino, Soldi y Policastro. Berni participa en esta carpeta con una estampa
titulada Te acordás Milonguita y, la misma ya lo ubica a un paso de su
personaje. Sólo le falta reemplazar a Milonguita por Ramona Montiel.
Por una heredera, sin duda alguna, de la tipología femenina que define la letra
del tango de Samuel Linning. Milonguita es “la muchacha de barrio que llega al centro y
más precisamente al cabaret¨".
Jorge Jofre.2020.
Fragmento de "Emma Scarpini, Ramona Montiel e Isabel Sarli. Marginalidad y erotismo en el
arte y el cine".
Publicado en HISTORIA REGIONAL ; 2009.