Jorge Jofre.
En
vacaciones de invierno del 2016, el espacio
MALBA Cine, se propuso proyectar una serie de Animé que conforman un recorrido histórico del género. Aún a un
año de tal evento la reflexión es válida; es redescubrir un movimiento
distinto.
Desde sus primeras
expresiones hacia mediados de los ´ 60
hasta los postreros trabajos de Hayao Miyazaki; el amplio panorama de
realizaciones proyectadas nos posibilita llegar a comprender un poco más a Los
caballeros del zodíaco, Mazinger Z o El viaje de Chihiro; así como también
aceptar la idea de un tiempo de animación con una verdadera economía de
cuadros.
La gacetilla de
promoción del ciclo de animé del MALBA, se refiere inicialmente al animé, como un género que comenzó siendo
una :“anomalía en la televisión argentina
de los 70, dominada por los dibujos animados de Hanna& Barbera. Esto era
distinto: los ojos de todos los personajes eran inmensos, el humor era
desconcertante y los extremos emocionales desafiaban al más caldeado melodrama
mexicano”. Sin duda que no puedo dejar de reconocer que los rasgos
expresados en el texto son claramente distintivos del animé y se hallan definidamente presente en el material seleccionado
para ese ciclo de invierno del 2016 ; pero creo que hay otro elemento de gran importancia
en lo que hace a la diferencia: la economía de cuadros dibujados.
Si bien los dibujos de
Hanna & Barbera dominaban las mañanas y las tardes televisivas argentinas convocando la presencia ante el
aparato de los niños (y en ocasiones los no tan niños), recibían tal tipo de
emisiones animadas televisivas duras críticas por aquellos que se habían criado
frente a las imágenes en movimiento de Disney o El pájaro loco. Los picapiedras
o Sccoby Doo se veían muy distintos:
imágenes de mayor síntesis que no buscaban generar veracidad absoluta. Son imágenes
que parecen dejarnos en claro que esas creaciones de Hanna& Barbero son
fantasía, aunque su movimiento fuere casi semejante al real.
Es en ese panorama que irrumpe el animé en la argentina; un dibujo de
animación que más allá de los rasgos
expresados en la gacetilla en todo telespectador exhibe una verdadera economía
de cuadros: apenas unos 8 por segundo. Creo recordar que en el cine mudo en el
que reconocemos siempre cierta anomalía de los movimientos, los cuadros, no
superaban los 18 en un segundo. El cine sonoro o la televisión Pal N
trascenderá la barrera de los 20 cuadros por segundo, dejándonos casi una idea
de que el movimiento es real. Allí es cuando aparece ese animé de no más de 8 cuadros por segundo capaz de mover escenarios
al modo de un vehículo; de mostrar robots o superhéroes deslizándose por sobre
una pantalla fija; de simular diálogos donde los personajes solo mueven su boca al hablar.
El ciclo de Cine MALBA,
me permitió en su momento redescubrir
desde otro costado, esa suerte de anomalía, que de los 70 en adelante pudimos
ver en nuestra televisión; ese movimiento que hace que el animé sea animé.
Publicado 2016. El Termómetro de Pilar.
jofrejorge2000@hotmail.com