domingo, 14 de marzo de 2010

Como un trueno entre las hojas.


Por Jorge Jofre.


Cuando en 1958 Armando Bó filma El trueno entre las hojas, una pieza de culto del cine argentino…cuadro a cuadro resalta el carisma de su gran descubrimiento: Isabel Sarli; para muchos una divinidad del erotismo y ya casi un icono sexual indiscutido.


El guión de El trueno entre las hojas fue compuesto por Augusto Roa Bastos (autor del cuento homónimo) y sin duda la temática del mismo signa la trayectoria cinematográfica del director del filme. Muchas de las películas posteriores de Bó se ambientarán en zonas selváticas; muchas de ellas exhibirán personajes marginales, violencia y un clima que eleva los deseos sexuales de los hombres.
A partir de El trueno entre las hojas, Isabel Sarli, parece siempre encarnar un mismo personaje con algunas sutiles variantes. Aunque represente a una alternadora a una corista, a la esposa de un empresario; a una mujer secuestrada; a una ninfómana o a una operaria de un frigorífico. En todos los casos se hace presente la seducción que emana su cuerpo; hay gestos y entonaciones de voz que le son muy propios.
Algo de Milonguita tiene la muchacha de Desnuda en la Arena (1969), una engaña hombres que sabe atrapar a sus víctimas con la fuerza de la seducción y sacar así provecho económico de ello. Sólo que la alternadora del film de Armando Bó intenta con el dinero brindarle un buen futuro a su hijo, mientras que Ramona Montiel busca seducir a los hombres para rodearse de bienes materiales.
Un encuadre de cursi inocencia y un profundo aroma a marginalidad tiene Carne (1968) donde la actriz plasma a Delicia, una voluptuosa obrera de un frigorífico que es acosada por El Macho, un hombre brutal y despreciable.
El filme es sin duda un paradigma de la estética de Bó. Carne le brinda en plenitud a cierto segmento de público (de una ya compleja sociedad de los ’60) lo que ellos esperan ver: porque sin duda que el cine de Bó es una clara construcción destinada a un particular consumo. Es un cine de espectadores que asisten casi subrepticiamente. En Carne es donde aparece una de las escenas más crueles que registró cámara alguna en la Argentina: la de la violación de Delicia dentro de un camión frigorífico y sobre una res de carne. Allí es donde El Macho expresa una frase célebre, “Carne sobre carne”, mientras viola a la mujer. El personaje es muy claramente un marginal; sus amigos del frigorífico también lo son. Armando Bó los plasma revestidos de inmundicia humana: lenguaje grosero; ropas sucias; desaliño en el peinado; excesos en la bebida.
Todo se tiñe así de un clima que siempre ronda la cursilería y el gesto exagerado. El filme es un glosario de marginalidad soportado por un cine primario y plagado de ingenuidades: “¿Qué pretende usted de mí?”, casi susurra Delicia cuando se le acerca uno de los hombres para violarla, como si no se diera cuenta o un supiera lo que le va a ocurrir.
El personaje no es sin duda el de la alternadora de Desnuda en la arena que sabe manipular a los hombres. Tampoco la seductora de El trueno entre las hojas o Lujuria tropical. La humilde operaria ha dado paso a una mujer de carne y hueso que sufre los avatares de vivir en un espacio social que es el borde (y a veces mucho más) de lo que se puede considerar digno. Bó acentúa con su relato y sus escenas el carácter de ese borde hasta darle un corte ciertamente bizarro.
En Carne también se pone en evidencia ese clima de marginalidad y ello unido al contenido erótico es seguramente el disparador que provocó por esa época que las autoridades censuren o corten parcialmente muchos de los filmes del binomio Sarli-Bó . Tal vez, el estilo de los mismos, no coincidía con los modelos de los gobiernos de facto. Si era bien vista una producción de Enrique Carreras con Palito Ortega como protagonista sobre todo si este formaba parte en la ficción del ejército o la marina de guerra. Isabel Sarli no era una buena imagen en la Argentina que las fuerzas conjuntas delineaban bajo el amparo de un “Dios, patria y familia”.
En El trueno entre las hojas el texto homónimo de Roa Bastos le suministra a Armando Bó la posibilidad de un relato cinematográfico que articula una realidad social violenta con el mito y la fantasía. Pero por sobre todo le permite capturar con la cámara, el exuberante cuerpo de la actriz en contraste con una frondosa vegetación tropical. El corpus de Emma Scarpini o Ramona Montiel se constituye solo dentro de la materialidad de un grabado o una pintura. A Flavia Folker (Isabel Sarli) el lente de la cámara le otorga un hálito de vida que se hace visible tanto en la consistencia misma del cuerpo desnudo; como en la cascada de su largo cabello negro.
Flavia Folker se baña desnuda en la inmensidad de la selva. El lente aproxima detalle: gotas de agua resbalan sobre su tersa piel. Así es como el espectador navega en ciertas escenas del filme hacia una realidad subyugante y distinta. Con seguridad hacia una realidad que trasciende la realidad: “Para mi la realidad es lo que queda cuando ha desaparecido toda realidad” expresó alguna vez Roa Bastos.
Por otro lado el cine de El trueno entre las hojas es el que “nos hace volver a la formula literaria de la doncella que espía tras la puerta” estaríamos nosotros viendo desde “un afuera” lo que en la pantalla ocurre y participando de una otredad que discurre desde la distancia; estableciendo una mirada distinta. La escena del sueño de Embrujada sirve para ejemplificar tal circunstancia: Isabel reposa desnuda sobre la hierba tropical; sueña con el hechicero de una tribu que se apodera de su cuerpo y la deja preñada. Ante la presencia de la escena, el ojo tanto se puede detener en la pulposa anatomía de la mujer casi desamparada y temblorosa en el medio de una selva agreste como en la observación de un plano secuencia (mezcla de flash- back y anticipo) de fuertes fusiones que parece poner al descubierto las fantasías eróticas de una esposa casada con un hombre impotente y homosexual.
El cine de Isabel Sarli es también un cine que siempre navega sobre el límite de ciertas cosas; de circunstancias que tanto nos pueden llevar a tanto a lo obsceno como a una suerte de disparador de ciertas posibles fantasías eróticas del espectador. Subyace en toda la filmografía del binomio Bó-Sarli esa extraña condición de explayarse al límite de tales circunstancias. De todos modos, lo que en definitiva cuenta en filmes como El trueno entre las hojas es la exótica belleza del personaje (Flavia Folker) que registra cuadro a cuadro la cámara de Armando Bó. Una belleza que “place” a los ojos del que presencia las escenas desde la butaca de un cine; poderosa como el sonido del trueno entre las hojas.

" Emma Scarpini, Ramona Montiel e Isabel Sarli. Marginalidad y erotismo en el arte y el cine" (fragmento); publicado en Historia Regional Nro. 27; Santa Fé; octubre 2009.
Jorge Jofre . 2009.