martes, 27 de noviembre de 2018

EL AMOR ES UNA MUJER GORDA. (Las heridas de un pasado)


Por Jorge Jofre.

Catalogado por muchos como un director de resultados cinematográficos dispares, Alejandro Agresti, logra  con “El amor es una mujer gorda “(1987), uno de los filmes más notables de los ochenta. En él, mediante la figura de José, despliega las problemáticas, ya dentro de una democracia alfonsinista, de aquellos que han sufrido daños durante la dictadura.





Lo sabía escuchar.

  “..La política de esta sección la mando yo”  le indica el jefe del diario en que escribe una columna. La dura ideología de José (Elio Marchi) lo ha llevado a negarse a cubrir una nota sobre el rodaje de un filme estadounidense que habla de la pobreza en Argentina.
La negativa será el disparador que llevará al protagonista a otra historia; a descubrir en plenitud la profunda crisis de su vida aún ahora después de 1983 y en democracia. A decirle a otra persona que “...con Claudia estuvo en la época de los milicos”  como si ello fuera un período designado por los historiadores con nombre propio y no en cambio por el dolor de las experiencias vividas.
José se plantea, aunque aún confuso, lo sucedido durante un trayecto de nuestra historia; el director parece hacer caso omiso de ese tiempo y es por ello que ante la negativa de su empleado a cubrir la nota, finalmente lo despide.
¿Querés mate? …le dice en la pensión a su amigo Caferata (Sergio Poves Campos), que está en camiseta y con el bandoneón sobre sus piernas mirando la TV. Caferata casi enloquece con la situación de una conquista amorosa que acontece en la ficción. José le dice que se calme; que esas cosas solo suceden en las películas. Como estableciendo un bache entre realidad y ficción.
De todos modos, el tampoco todavía comprende  muy bien esa diferencia entre realidad y ficción; o en su defecto intenta no comprenderla porque lastima. Aún cerca del final Agresti hace contar a José, ante sus amigos del bar, que cuando él y Claudia tenían plata iban a los recitales en Obras Sanitarias “…hasta que un día a ella la pusieron en un bondi y a mí en otro”. Les dice que nunca más la vio y que seguramente se fue con algún roquero.
 “Quien va a querer matarla. Tenía diecinueve años. Lo único que hacía era escribir….no era muy linda pero me sabía escuchar...”. Casi como justificando lo innecesario de su desaparición. José mezcla  en su parlamento ficción con la realidad de lo que él conoce; tal vez  en ese punto, para evitar las heridas de un pasado.


Jorge Jofre.( Fragmento de nota).
 En Revista Conurbana. cult. 2018.