Jofre, Jorge.
Derry no existe en ningún mapa
impreso ni tampoco en los de Google: es un invento de Stephen King, tal vez el más
grande escritor de la narrativa de terror contemporánea. Desde la primera
página de IT (Eso), novela del año 1986, King pone en escena a ese pueblo que
ya había mencionado con anterioridad para crear el escenario de un payaso
asesino. En Derry cada 27 años desaparecen y mueren niños.
En el comienzo del relato es que Stephen King, ya da
cuenta de un homicidio en las calles de Derry: el del pequeño George Denbrough
por 1957.Pero luego vamos descubriendo, que en Derry, hubo otros asesinatos
antes de esa fecha y después. George Denbrough aparece en las primeras páginas
(I. Después de la inundación (1957)).
Es el niño que juega, en los desagües de la calle, con un barquito de papel que
le confeccionó su hermano Bill Denbrough. Un barquito que cuando llega a la
alcantarilla de Witcham Street se hunde “en
aquellas fauces” oscuras y desaparece. George
Denbrough, de rodillas e intentando ver dónde está su barquito descubre, dentro
del oscuro foso de la alcantarilla, un payaso que se presenta como Bob Grey o Pennywise.
Un payaso de cara blanca y una sonriente boca pintada; una personificación del
mal que cada 27 años asola a Derry. Con un
“traje de seda abolsado con grandes botones de color naranja. Una corbata
brillante de color azul eléctrico” …con grandes guantes blancos y globos de
colores que flotan. A menos de un minuto del primer grito, Dave Garden,
encontrara el cuerpo examine de George asomándose de la alcantarilla.
En toda la primera parte del relato, King pone en
escena y nos presenta a los siete protagonistas del relato. Seis hombres y una
mujer que de niños se habían prometido en
Los Barrens de Derry, retornar al
lugar, estén donde estén, si fuera necesario combatir nuevamente al mal como lo
habían hecho en 1957. Y es también en esa primera parte donde aparecen dos
relatos que merecen ser leídos lenta y minuciosamente. Uno de ellos nos revela
a una Beverly Marsh niña que ha descubierto en el baño de su casa una voz que
sale del agujero de descarga del lavatorio. Las revelaciones se suceden y el
lector llega a darse cuenta que ciertas evidencias de la existencia de algo
malo en Derry solo son vistas y percibidas por los niños. Algo semejante ocurre
con el relato de Stan Uris que intentando avistar especies de pájaros se ve
envuelto en una angustiante situación en la antigua torre-deposito ya
inutilizada por ese tiempo. King nos permite mirar casi como a través del ojo
de una cerradura algo que le ha sucedido a Beverly Marsh y a Stan Uris durante
su niñez y hacia fines de los cincuenta. Dos pasajes notables dentro de una
extensa novela plagada de horror, misterio y muertes que cobran la intensidad
de hechos reales; que tornan borrosos los límites de la ficción.
La lectura de IT
de King nos conduce a pensar que a veces es dable distinguir, en la intensidad
de un gran relato, a la manera de las mejores tragedias áticas, pequeños
grandes relatos. Recordemos el monólogo final de Blade Runner de Ridley Scott. El replicante Roy Batty se está
extinguiendo. En un esfuerzo casi supremo, le expresa a su perseguidor: “Todos esos
momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia…”; el
momento vale un filme y transcurre en un tiempo que escasamente supera el
minuto Los dos relatos, el del lavatorio y el de la torre-deposito, son solo
algo de lo que bordea ese horror y esa muerte dentro del océano de la novela de
King. Beverly Marsh y Stan Uris han
visto cosas inimaginables en ese Derry de fines de los cincuenta. Han sido
impactados por el horror y la muerte que propaga Pennywise y el escritor nos da
muestra de ello.
De todos modos, ambos relatos,
el de Beverly Marsh y el de Stan Uris, en todo intento de reseña, se diluyen en
la enorme trama de IT si no sabemos descubrirlos. Se convierten en lágrimas en
la lluvia, remedando la notable metáfora de Roy Batty antes citada. Desaparecen
en la enormidad del relato y al igual que ese Derry tampoco existen en el Google.
Publicado en Revista Amauta. Nro 11. Enero 2020.
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