martes, 24 de octubre de 2023

LA MUJER Y LA HISTORIA FAMILIAR: EL CINE COMO ENCIERRO

 






Tal vez, en este punto y para su tiempo, La mano en la trampa debió servir al menos para visibilizar, que en esa Argentina desarrollista, la mujer ya no debería someterse a matrimonios por conveniencia, dominancias, engaños y apariencias. No obstante, el filme da claro mensaje de cómo el conservadurismo familiar ha blindado a la joven a la posibilidad de descubrir cambios u opciones. Por otro lado, su manera de resolver, si se puede entender de esa manera, su relación mujer-varón es solo un intento hueco repleto de dudas más que de objetivos precisos y ciertamente como desvinculada de la experiencia social. Es cuando el filme se erige en un registro de una realidad pasada que no debe ser nunca más presente. Los climas de encierro de los relatos de esta etapa del cine de Torre Nilsson tienen, no obstante, una total relación con la imagen de una mujer que en muchos casos ha entrado, desde fines de los cincuenta y de cara a los sesenta, en profundas crisis.

 Desde lo concreto de la operatoria cinematográfica las casas son los recursos materiales que constituyen un acotamiento que se vislumbra en La casa del ángel (1957), con los ambientes que no reciben luz del exterior, los corredores, las puertas cerradas y hasta la figura del ángel que parece dominar la escena desde la altura. Pero, más allá de todo, la protagonista, Ana, tampoco es libre en el mundo exterior que ocasionalmente ve, siempre se la observa acosada por las convenciones familiares que parecen pronunciarse rejas adentro de la mansión. La historia de Albertina en La caída (1959) también sirve para ejemplificar, ha abandonado el círculo familiar de las tías para estudiar y llegar a otra vida distinta. La llegada a esa vivienda cercana a su facultad como inquilina la termina atrapando en un juego extraño donde la bondad se mezcla con lo malo y lo perverso. En La mano en la trampa el desvencijado caserón de los Lavigne el que silenciosamente configura un clima de sofocación en la joven Laura, ejerce una presión constante sobre ella y adquiere cada vez más protagonismo a medida que avanza la trama. Críticos o investigadores como Leyrós (2014) han expresado que esta trilogía de un cine de encierro es, sin duda, la obra más lograda estética y conceptualmente por Torre Nilsson y que solo tiene tal vez algún reflejo posterior en La Terraza (1962).

 Lo particular es llegar a abordar la idea de una producción entre 1957 y 1961 que parece circular en sentido contrario de una sociedad argentina donde lo privado e íntimo comienza a diluirse, en parte, para dar paso a manifestaciones más libres y abiertas. Pero no obstante esta etapa de una cultura moderna tiene manifiestas contradicciones y quiebres de una linealidad unidireccional. Las tendencias artísticas, a partir de fines de los cincuenta, si bien no destituyen totalmente las antiguas praxis, producen cambios notables. Dentro de esa pluralidad con idas y vueltas, que no excluyó seguramente al cine, es que se puede ubicar entonces más cómodamente esa ya célebre trilogía de encierro de Torre Nilsson. Una obra que le otorgó con sus protagonistas: Ana, Albertina, Laura y las antiguas casas, el favor de un sector de público preocupado por la cultura y fundamentalmente por acercarse a un cine distinto.

 


Jorge Jofre. 2023.

Fragmento de Jofre, J. (junio de 2022 – diciembre de 2022).” El cine argentino en un contexto sociocultural desarrollista. Un breve estudio de nuevas formas narrativas.” Revista Antigua Matanza. UNLAM. https://antigua.unlam.edu.ar/index.php/antigua_matanza/article/view/119/554

jueves, 15 de diciembre de 2022

 

SOBRE MEMORIA Y OLVIDO


 

 Es indiscutible que, al colocar al lector desde la introducción en tópicos de la memoria y la filiación en el campo del arte, se pueden traer a colación otras cuestiones. Una, bastante cercana, sería la de considerar el grado de vigencia de ese paquete de reconstrucción de un pasado que se pone en evidencia en un presente nuestro. A modo de ejemplo, recordemos como Hugo Vezzetti, en un artículo del 2011, se plantea con relación a los años sesenta y setenta, el interrogante de llegar a determinar qué se prolonga y qué se queda de esas dos décadas. El historiador argentino denomina a este proceso como «diagnóstico del presente» (Vezzetti, 2011, p. 53).

De esta manera, ante el recorrido hecho por la lectura de tres apuntes y de tres casos en particular, uno se puede preguntar cuánto de ello merece ser preservado en el recuerdo para encontrar «un pasado que no pase» (Vezzetti, 2011, p. 53). ¿Cuánto debe quedar y cuánto debe pasar a la omisión de esa reconstrucción histórica que determinó una crítica de Fragasso en 1998, de un documental sobre un centro de detenciones rosarino y de una ponencia sobre el concepto de filiación en el arte chileno? ¿Qué merece ser rearmado y qué debe caer en el olvido?  La historia actúa metódicamente sobre verdades posibles; la memoria es, aunque en distintos grados según circunstancia, desborde de emoción y subjetividad al igual que el arte. Entonces, solo queda esperar y confiar en las ciencias sociales —seguramente Vezzetti coincidiría al respecto— como recurso último para ver qué sería justo que quedara de todo ese pasado en el presente.

 En la mitología griega, los muertos bebían de las aguas tranquilas del río Leteo para olvidar su vida terrestre y, sobre todo, sus errores. Las almas ya purificadas lo hacían de las aguas del Hades, para perder los recuerdos de esa suerte de inframundo donde se habían purificado. Sutil forma de la antigua cultura griega para representar un lógico curso de la memoria y el recuerdo. Lo que no merece valor debe ser puesto en las aguas del olvido.


JORGE JOFRE. 2021.

Fragmento de :Tres apuntes sobre memoria, filiación y arte. La crítica y el documental como registros

Jorge Jofre .Arte e Investigación (N.º 20), e081, 2021. ISSN 2469-1488

https://doi.org/10.24215/24691488e081

http://papelcosido.fba.unlp.edu.ar/ojs/index.php/aei

Facultad de Artes. Universidad Nacional de La Plata

Imagen: La arquitectura del crimen. señal Santa Fe.


jueves, 24 de junio de 2021

Kurt Schwitters (Merz)

 

 El presente trabajo forma parte de un proyecto denominado IDIS desarrollado en la FADU-UBA. La fuente para la concreción del texto realizado por Jeymer Gamboa , es un escrito mío publicado en la revista chilena crítica.cl bajo el nombre de “ Instalaciones :destino de una tendencia” (28-06-07) . 


By Jeymer Gamboa / enero 15, 1948 / artistas / Alemania/.

 

Kurt Schwitters (1887-1948). Artista alemán de vanguardia que trabajó principalmente la técnica del collage. Realizó sus obras con objetos y desechos que encontraba en la basura. Inventó la palabra Merz para definir a su obra y fundó una revista bajo ese mismo nombre, publicada de 1919 a 1923. También fue un reconocido poeta, su escritura se caracteriza por la experimentación y la irreverencia. Su obra Merzbau es considerada un importante antecedente de la técnica de instalación.

A  comienzos de los ‘20 Kurt Schwitters (1887-1948) ya había  iniciado la construcción de una “columna” que poco a poco domina la casa que habita en Hannover. Es la llamada “Columna Merz en estructura Merz” (tal el nombre que el le da) en la cual trabaja por casi una década con los más insólitos materiales. Coloca en cavidades o “grutas” que va construyendo, tanto boletos de transporte como los más inesperados materiales encontrados en la calle. Cada una de las cavidades esta dedicada a alguno de los artistas plásticos de su época y contenía “detalles muy íntimos de la persona”…. un mechón de cabello; la punta de una corbata; un trozo de uña; un lápiz de dibujo; una dentadura postiza y hasta un frasco con orina; cada cosa colocada meticulosamente en la “caverna” correspondiente a cada personalidad.

La “columna” fue ocupando la casa de su propiedad y, cuando Schwitters ya no pudo hacerla crecer más por falta de espacio, desalojó a los inquilinos del piso superior, agujereó el techo y continuó con el trabajo. Las “grutas” se fueron acumulando y el engrosamiento de la “columna”, trajo que en muchas ocasiones, las últimas “grutas” ocultaran a las primeras.

La obra se torna laberíntica al modo del “Ulysses” de Joyce editado por la época. Pero, lo más notable de todo, es  que ambas realizaciones tienen un elemento en común aún más fuerte: la intención final. Joyce tiene un claro punto de referencia que no es precisamente “la subjetividad del poeta aislado en su torre de marfil, sino la comunidad humana y al mismo tiempo, la realidad de la historia y de la cultura” al escribir su célebre novela… La “Schwitters- Säule” ha sido definida como “un documento vivo de Schwitters y sus amigos” (4); se dice además que el artista “tomaba desechos como materia prima para la ejecución de sus obras porque estos eran el fiel reflejo de lo que la civilización era”.

¿Quién es en realidad el autor de la “Schwitters-Säule”?….y a modo de respuesta se podría decir que era: quien se había auto presentado diciendo: “Soy pintor. Clavo mis cuadros” aludiendo, con seguridad, a que por esa época clavaba los materiales sobre el soporte; quien había sido rechazado por Dadá. Quien se decidió a abrirse camino por su cuenta juntando boletos de tranvía, envolturas de queso, suelas rotas, alambres, plumas o trapos de piso viejos y colocándolos en los nichos de una construcción llevada a cabo en el interior de su propia casa. Muchos se podrán preguntar en este punto si Schwitters era un artista o un mero operador de hechos estéticos…pero la “Schwitters-Säule” era sin duda alguna lo que hoy llamamos una instalación.


Fuente: Jorge Jofre en http://critica.cl/artes-visuales/instalaciones-destino-de-una-tendencia

 

 

jueves, 25 de marzo de 2021

Diego Lerman:“La mirada invisible”. El fracaso del panoptismo a fines de una dictadura.

 


 



Inspirada en la novela “Ciencias Morales” del escritor Martín Kohan, el filme “La mirada invisible “(2010)  de Diego Lerman sitúa la ficción en el momento que se está por producir la invasión argentina a las Malvinas. Solo una fugaz aparición de escenas televisivas en la casa de la protagonista y el discurso de Galtieri (tras la culminación del filme) sobre la recuperación de las islas nos informan en forma concreta del tiempo en que viven los personajes. No obstante, aunque ficción al fin, este filme de Diego Lerman parece mostrar al espectador escenas reales del  panoptismo y su fracaso hacia el final de una dictadura.


La mirada es invisible.

¿La mirada puede ser invisible? Esa es la pregunta que nos hacemos mientras transcurren los primeros y rigurosos pasos del filme. Rigurosos porque la cámara de Lerman no muestra flaquezas. El director sostiene con firmeza una imagen prolija y medida en sus acciones; en acciones que dan credibilidad a la ficción. Se abren dos enormes puertas del colegio y surge la figura espigada de María Teresa . La nueva preceptora es seguida por una división de alumnos, en perfecta formación y marcando un riguroso paso de cierto aire militar. Los primeros planos secuencia ya subrayan la palabra disciplina. La idea se amplifica particularmente en la secuencia donde se obliga a los alumnos a prolongar el gesto de “tomar distancia” del compañero. Hasta este momento, las acciones parecen conformar un verdadero manual de disciplina extrema e injustificada. Nos recuerdan a las antiguas litografías de principios del siglo XIX que mostraban en bandas las formas correctas de comportarse el alumno en distintas situaciones educativas.

“La historia del colegio y la historia de la patria son la misma cosa”, ha dicho el director con clara energía y convicción frente a los alumnos, después de haber hablado de los próceres que estudiaron en él. Casi resonando como aquel “Dios, patria y familia” propuesto por la dictadura militar, que no obstante gobierna el país en el momento en que se desarrolla la ficción relatada por Lerman. La idea de que la tradición obliga a determinada concepción de la sociedad y por supuesto de la escuela flota en las palabras del director y se pretende prolongar en el alumnado.

 Formar conciencia bajo un determinado modelo es el propósito de tales discursos. Estrategia  que aunque hable de generalidades no deja de incluir en lo que hace a lo disciplinario y lo estrictamente educativo una cuidadosa “disciplina de lo minúsculo” que nos recuerda a la alusión de Juan Bautista de Lasalle a las “cosas pequeñas” en su “Tratado de las obligaciones de los hermanos de las escuelas cristianas” (1783). Una “disciplina de lo minúsculo” que debe ser impartida monolíticamente por directivos; profesores y preceptores. 

Pero en este punto es que nos preguntamos ¿De qué manera se puede llevar a cabo tal propósito? Es en este contexto se situación que Biasutto, el jefe de preceptores nos brinda una respuesta. Hablándole a María Teresa enuncia la idea de una vigilancia  sostenida en la mirada; en una mirada que no debe perder detalles para descubrir así la posible falta del alumno. En una mirada que todo lo ve, pero que no se deja ver. Entrevistado por Oscar Ranzani el propio director se preguntará acerca de tal mirada en forma de una hipótesis interrogativa abierta: ¿De quién es la mirada invisible? ¿Es la de María teresa o la Biasutto? ¿O es la de ese ojo panóptico que es poder y que observa a todos por arriba?...la disyuntiva ha sido formulada por el propio Lerman.


 Jorge Jofre. 2021-Fragmento del texto publicado en  Conurbana,cult .

imagen:https://m.cinesargentinos.com.ar/



sábado, 1 de agosto de 2020

EL FRACASO COMO UNA OSCURIDAD

 


 

El gato que nunca olvidó Lovecraft.

Considerada en forma general, la oscuridad, representa la ausencia de luz. La imposibilidad de visualizar correctamente el mundo que nos circunda en un determinado momento. Desde otro lugar, el término oscuridad, puede asociarse a lo negativo y a lo maligno. También “lo oscuro” puede ser aquello que no se discierne con claridad o lo que encierra cierto tipo de secretos.

H.P.  Lovecraft entendió gran parte de su literatura bajo esa idea de “lo oscuro”. Ya en los comienzos de su obra narrativa, en Los gatos de Ulthar (1920), el escritor, se refiere a estos felinos domésticos como crípticos y más antiguos que la esfinge egipcia y ese solo hecho ya los sitúa en una antigüedad cargada de misterios. Descubre en ellos lados poco comprensibles a simple vista. En Los gatos de Ulthar, los felinos del pueblo, se vengan de dos crueles habitantes del lugar (el viejo y su mujer) comiéndoselos hasta los huesos. Haciendo justicia “por su propia boca” por decirlo así.

En Un día, un gato (Checoslovaquia.1963), filme de Vojtěch Jasný, el felino que viene con un grupo de circenses al pueblo, usa anteojos. Cada vez que se los quitan, con su mirada, convierte al público en personas de distintos colores, dejando en evidencia a los hipócritas, los ladrones, los mentirosos, los infieles y los enamorados. Solo deja visibles los defectos humanos y las virtudes sin pretender convertirse en juez ni ejecutor de penas como los gatos del pueblo de Ulthar. Los felinos lovecraftianos manifiestan una negrura que impide al lector establecer una afinidad con ellos y genera con seguridad un distanciamiento. Contrariamente Lovecraft poseía grandes afinidades con los felinos. De niño tenía de mascota a Nigger-man, un curioso gato negro que lo acompañó hasta los 14 años y que desapareció tras la mudanza de su familia a otra casa. Nunca olvidó al negro Nigger-man tras esa situación y el hecho fue considerado por el escritor como uno de los grandes fracasos de su vida.

 

 

El naufragio de los sentidos.

Lovecraft conocía el poder inquietante que puede traer el sonido en forma a veces de un susurro y por supuesto también todo lo que puede involucrar una densa oscuridad, siendo al respecto su mejor exponente su novela corta El que susurraba en la oscuridad (1930). Como notable autor de novelas cargadas de misterio es que decide colocar a Wilmarth (su protagonista) en el epicentro de un enigma.  Wilmarth, ha tenido noticias de extraños hallazgos en Vermont, y a raíz de ellas es que publica una carta sobre el tema en el Brattleboro Reformer de Massachusetts. La correspondencia enviada por el señor Akeley, residente en el lugar de tales hallazgos, en respuesta a esa carta, precisa con pulso de cirujano el nudo del relato. Akeley envía posteriormente fotos de enigmáticas huellas y unas grabaciones en cilindros de gramófono de no menos extrañas voces

Las sucesivas cartas van dando la idea, de que Akeley no es simplemente un lugareño de esa región de grandes montañas; sino un meticuloso investigador que ha descubierto la presencia de seres que se presumen no son terrestres. Solo falta la visita a Akeley en su propio Vermont  inicio del relato que precipita ese final donde el relator elegido por Lovecraft escucha desde la oscuridad de un dormitorio los susurros de una MAQUINA PARLANTE dialogando con lo que denomina el PRIMER ZUMBIDO y el SEGUNDO ZUMBIDO. Casi como indicándonos que la presencia de esa profunda oscuridad ha velado la verdadera identidad de quienes susurran, colocando lo narrado, en un universo de mil dudas.

Muchas veces Lovecraft ha empleado ese recurso de la duda. Se manifiesta claramente y a modo de ejemplo en Los sueños en la casa de la bruja (1932) desde las primeras palabras: “Walter Gilman no sabía si fueron los sueños los que provocaron la fiebre o fue la misma fiebre la que provocó los sueños…”. Como poniendo en duda, desde el inicio de su relato, la veracidad de lo que se está narrando. Pero El que susurraba en la oscuridad tiene un recurso más en lo que hace a cuestiones del receptor. Involucra al lector en un mundo de percepciones minimizadas que lo conducen por momentos a un verdadero naufragio de los sentidos. Acentuando la imposibilidad de separar lo verdadero de lo falso, dado el universo de tinieblas y susurros que construye el escritor.


 

Soledades, oscuridades y fracasos.

Tony Richardson al igual que Lovecraft conocía de ese poder marcadamente significativo que puede tener la oscuridad y el sonido contenido a la hora de determinar un relato. El caso más notable al respecto, en su extensa producción como director de cine, se registra en Risa en la oscuridad (1969). Un filme que, en primera instancia, poco parece tener que ver con realizaciones anteriores de Richardson como La soledad de un corredor de fondo (1962). En un primer momento se descubre que Risa en la oscuridad ostenta la negrura argumental de esos thrillers que progresivamente con el avance del relato adquieren mayor intensidad. Una intensidad que se potencia con esa especie de stand by de ciertas secuencias avanzadas.

La oscuridad en sí, curiosamente se hace patente desde el relato, en la figura de su protagonista Albinus, un crítico de arte que por un accidente con su automóvil termina perdiendo la vista. Enclaustrado en una mansión aislada, Albinus, se convierte, eso sí desde otra situación, en un verdadero naufragó de la mirada como Wilmarth en la parte final del relato lovecraftiano. Esa imposibilidad de ver obnubila su cerebro y le impide tomar conciencia plena de que su pareja, la joven Margot, le es infiel. Y que Alex Rex, su amante, vive secretamente en la misma residencia amparado en un mutismo y en esbozos de risas que levemente transgreden el ámbito del silencio para evitar ser descubierto.  La oscuridad inunda doblemente el filme: expresada tanto en el mundo de sombras que rodea a Albinus como en la cínica tiniebla moral de ambos jóvenes y el violento final. Richardson nos deja ver en este filme hacia el desenlace una oscuridad distinta a la que rodeaba esa noche con voces susurrantes al relator de Lovecraft. Es una oscuridad interior que elude en cierta medida lo perceptual para instalarse en la negrura de la conducta humana.

Pero, de todos modos, el rango de esas diferencias entre escritor y cineasta parecen en cierto modo achicarse bajo cierta perspectiva de análisis. Dijo en una ocasión Tony Richardson que “El fracaso no es fatal, la victoria no es el éxito”. La frase nos acerca a relacionar en Richardson ahora sí esa idea que ronda el fracaso en La soledad de un corredor de fondo con el final de Albinus cuando descubre infidelidad y burla a su alrededor. El triunfo o el fracaso parecen no solo estar en las piernas del corredor, que en el último tramo decide no ganar la carrera, sino en ese pensamiento en forma de flash back que repleta su cabeza y lo ensombrece. Tampoco el triunfo o el fracaso esta ceñido exclusivamente en el intento final de venganza de Albinus, su pensamiento se oscurece aún más que su vista, lo desborda emocionalmente y delimita desde ese cono de sombra su propio fracaso.

Por el lado del escritor, el tono final de relato que ostenta Wilmarth refiriéndose a los extraños objetos hallados en casa de Akeley, ronda más el deseo que el logro: “Espero – espero fervientemente- que hayan sido modelados en cera por algún extraordinario artista, a pesar de lo que me dicen mis más secretos temores…”, la negrura de los hechos lo confunden. Entendemos entonces, que la idea de la oscuridad, tanto en Lovecraft como en Richardson, perfila lo no resuelto, lo cargado de recelos y lo distanciado de la apreciada claridad del éxito. Es allí y en ese instante cuando oscuridad y fracaso, cuando ambas ideas, parecen adquirir una contigüidad tal vez no prevista antes. Es cuando llegamos a entender al fracaso como una oscuridad.

 

IMÁGENES:

. EL QUE SUSURRA EN LA OSCURIDAD. / AMAZON.COM

LA SOLEDAD DE UN CORREDOR DE FONDO./SENSACINE.COM

 

EL FRACASO COMO UNA OSCURIDAD. PUBLICADO JORGE JOFRE. 2020.

 


lunes, 23 de marzo de 2020

De Emma Scarpini a Ramona Montiel





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Casi cuarenta años después de la escandalosa presentación de la obra de Sívori, El despertar de la criada, Lino Eneas Spilimbergo (1886-1965), con Breve historia de la vida de Emma retoma la historia de las temáticas “no santas”. El pintor concreta una serie de monocopias referidas a la vida de una mujer a la que la carencia de un futuro cierto conducen a la prostitución y a su posterior suicidio.
Si algo le faltaba a Spilimbergo, fuera de haber sido uno de los más notables dibujantes y pintores de la Argentina, era el hecho de haber abordado temáticas de fuerte compromiso social. Siempre lo conocimos y lo reconocimos por sus estructurados paisajes, sus terrazas con estáticas figuras o sus retratos que parecen querer emular un clasicismo ya transcurrido…pero, tanto la Breve historia de la vida de Emma como el Interlunio (1937) de Oliverio Girando, le brindaron la inapreciable posibilidad de conformar otro Spilimbergo distinto; otro artista capaz de sumergirse en la marginalidad, la bohemia y lo exacerbado.
Se podría decir sin atreverse a cometer error alguno, que a Emma Scarpini la inventó en su totalidad el pintor. Spilimbergo elaboró una falsa crónica policial que relata el final de Emma, una joven “autorizada para ejercer la prostitución” que se suicida arrojándose desde el noveno piso de un hotel.
El breve y dramático argumento lo lleva a ejecutar 36 imágenes, resueltas mediante la técnica de la monocopia, que ilustran distintos momentos de la vida de la supuesta Emma. Monocopias que nos entregan en su plenitud, la maestría del dibujo del artista que solo recurre al soporte del blanco y el negro y, le otorga de este modo, mayor carga dramática a las escenas representadas.
Fuera de las frecuentes alusiones de la crítica, a la presencia en la serie de un marcado erotismo y de aspectos vinculados a la sexualidad y el género. Son también escenas que dejan bien en claro el profundo compromiso del creador con las temáticas sociales y más aún con cuestiones donde la marginalidad, la miseria extrema y la falta de trabajo parecen casi naturalizarse; convertirse en una especie de mal inevitable; en un castigo obligatorio que padecieron muchos de los inmigrantes.
Está claro que Emma, por su apellido Scarpini fue imaginada por Spilimbergo, como un triste resultado de las corrientes migratorias que poblaron a principios de siglo Buenos Aires, buscando un futuro mejor. La ficticia crónica policial y las 36 monocopias, le posibilitaron al artista la fórmula para ejemplificar el “atrapado sin salida” de ciertos sectores marginales o de extrema pobreza.
Sería necesario destacar que en la década en que Spilimbergo dibuja a Emma, es la que se sumerge en profundas crisis económicas a nivel mundial. Es la época donde Liborio Justo, refleja con su cámara, las calles de una Norteamérica sumida en la “gran depresión” y, es por lo tanto el ámbito preciso para relatos como el de Emma Scarpini. Es también el lapso de tiempo inmediatamente posterior, a la publicación de El juguete rabioso (1926) y Los siete locos (1929) relatos en los que Roberto Arlt establece casi un modelo de tipologías marginales o extravagantes; personajes porteños signados por la traición o el fracaso como Emma.
Hay de todos modos una luz favorable que por momentos ilumina al personaje de Spilimbergo. Si Emma Scarpini vende su cuerpo es sólo para intentar escapar de la miseria. La instancia nos trae a la memoria a otra Emma; a la Emma Zunz del cuento de Borges, que casi adolescente pierde la virginidad con un marinero extranjero a fin de elaborar una coartada y poder vengar así la memoria de su padre….” Ella sirvió para el goce y él para la justicia” expresa su autor en un momento clave del relato. La instancia nos lleva a recordar también que en la ficticia crónica policial, el pintor escribe: “Se halló en su habitación una carta para sus padres que decía: “Siempre fui buena”...”.
A las dos Emmas, la vida les ha deparado como en las antiguas tragedias griegas una encrucijada para resolver…si se han mezclado con los “bajos fondos” es en gran medida a raíz de tal circunstancia; de ser reales con seguridad merecerían una segunda oportunidad.



                                                                        

                                                     unl.edu.ar


Ramona Montiel, creada por Antonio Berni (1905-1981) hacia los sesenta, se diferencia notablemente de Emma Scarpini, pese a que muchos sostienen que ella fue la fuente inspiradora del rosarino al momento de elaborar el también ficticio personaje. Ramona, pertenece a otra época distinta a la de Emma; a una época teñida de consumismo (y Buenos Aires no es ajeno a ello) y de enormes competencias. El propio Berni es el que marca la “tendencia” de su personaje…” descubre que en las relaciones con patrones y gerentes de empresas, el cuerpo, puede serle mucho más rentable...”
Ya por 1932, Antonio Berni, se había enfrentado con la “ mala vida” en forma directa, cuando con una cámara Leika traída de Europa, toma fotos en un burdel rosarino para un artículo de la revista Rosario Gráfico con textos del porteño Rodolfo Puigross. Las tomas en blanco y negro, muestran a las licenciosas mujeres rosarinas con escasa ropa para la época; sentadas en sillas aguardando clientes o departiendo con ellos en un lateral de la gran sala principal.
Pero, la Ramona de Berni, se relaciona tan poco con la Emma de Spilimbergo como con los lupanares de Rosario que fotografiara el artista. Su rubio cabello y su escultural figura nos recuerda a las prostitutas del centro porteño; a las bellas mujeres francesas, rusas o polacas que traía a Buenos Aires la Zwig Migdal, una sórdida organización que llegó a manejar cerca de dos mil prostíbulos. Ramona es una prostituta “de lujo” como lo fueron las prostitutas francesas décadas atrás; es una mujer que aspira a mejorar su condición de vida y por ello debe pagar un muy alto precio: quedar atrapada en la telaraña del consumismo tal cual como si fuera un producto de cierto costo expuesto a la venta.
El sueño de Ramona (1976), una de las obras de la serie que Berni dedica al personaje parece anunciar el cierre de un ciclo del arte porteño que había abierto Sívori con su Despertar de la criada. Con claro conocimiento de causa, Berni, emplea básicamente los mismos elementos que Sívori para la escena: una habitación sin puertas ni ventanas visibles; una cama de bronce y un cuerpo femenino exhibido en una casi total desnudez. Sólo que ahora la criada ha sido reemplazada por una Ramona de “vida ligera” que no tiene reparo alguno en ofrecer su cuerpo al “mercado” de una sociedad de consumo cada vez más perversa… por una mujer sentenciada a un destino como la “papusa” del tango de Cadícamo “….Si entre el lujo del ambiente hoy te arrastra la corriente, mañana te quiero ver…”.
Si Ramona Montiel no es Emma Scarpini, ni la criada de Sívori, entonces… ¿De dónde proviene el personaje de Berni? Para ahondar en la cuestión debemos remitirnos al año 1962 y a una carpeta de arte del grabado denominada Tango, realizada por notables artistas como Batlle Planas, Castagnino, Soldi y Policastro. Berni participa en esta carpeta con una estampa titulada Te acordás Milonguita y, la misma ya lo ubica a un paso de su personaje. Sólo le falta reemplazar a Milonguita por Ramona Montiel. Por una heredera, sin duda alguna, de la tipología femenina que define la letra del tango de Samuel Linning. Milonguita es “la muchacha de barrio que llega al centro y más precisamente al cabaret¨".

 Jorge Jofre.2020.
Fragmento de  "Emma Scarpini, Ramona Montiel e Isabel Sarli. Marginalidad y erotismo en el arte y el cine". 
Publicado en HISTORIA REGIONAL ; 2009.






lunes, 18 de noviembre de 2019

COMO LAGRIMAS EN LA LLUVIA. (Sobre un relato de Stephen King).



Jofre, Jorge.

  
Derry no existe en ningún mapa impreso ni tampoco en los de Google: es un invento de Stephen King, tal vez el más grande escritor de la narrativa de terror contemporánea. Desde la primera página de IT (Eso), novela del año 1986, King pone en escena a ese pueblo que ya había mencionado con anterioridad para crear el escenario de un payaso asesino. En Derry cada 27 años desaparecen y mueren niños.





En el comienzo del relato es que Stephen King, ya da cuenta de un homicidio en las calles de Derry: el del pequeño George Denbrough por 1957.Pero luego vamos descubriendo, que en Derry, hubo otros asesinatos antes de esa fecha y después. George Denbrough aparece en las primeras páginas (I. Después de la inundación (1957)). Es el niño que juega, en los desagües de la calle, con un barquito de papel que le confeccionó su hermano Bill Denbrough. Un barquito que cuando llega a la alcantarilla de Witcham Street se hunde “en aquellas fauces” oscuras y desaparece. George Denbrough, de rodillas e intentando ver dónde está su barquito descubre, dentro del oscuro foso de la alcantarilla, un payaso que se presenta como Bob Grey o Pennywise. Un payaso de cara blanca y una sonriente boca pintada; una personificación del mal que cada 27 años asola a Derry. Con un “traje de seda abolsado con grandes botones de color naranja. Una corbata brillante de color azul eléctrico” …con grandes guantes blancos y globos de colores que flotan. A menos de un minuto del primer grito, Dave Garden, encontrara el cuerpo examine de George asomándose de la alcantarilla.
En toda la primera parte del relato, King pone en escena y nos presenta a los siete protagonistas del relato. Seis hombres y una mujer que de niños se habían prometido en Los Barrens de Derry, retornar al lugar, estén donde estén, si fuera necesario combatir nuevamente al mal como lo habían hecho en 1957. Y es también en esa primera parte donde aparecen dos relatos que merecen ser leídos lenta y minuciosamente. Uno de ellos nos revela a una Beverly Marsh niña que ha descubierto en el baño de su casa una voz que sale del agujero de descarga del lavatorio. Las revelaciones se suceden y el lector llega a darse cuenta que ciertas evidencias de la existencia de algo malo en Derry solo son vistas y percibidas por los niños. Algo semejante ocurre con el relato de Stan Uris que intentando avistar especies de pájaros se ve envuelto en una angustiante situación en la antigua torre-deposito ya inutilizada por ese tiempo. King nos permite mirar casi como a través del ojo de una cerradura algo que le ha sucedido a Beverly Marsh y a Stan Uris durante su niñez y hacia fines de los cincuenta. Dos pasajes notables dentro de una extensa novela plagada de horror, misterio y muertes que cobran la intensidad de hechos reales; que tornan borrosos los límites de la ficción.
La lectura de IT de King nos conduce a pensar que a veces es dable distinguir, en la intensidad de un gran relato, a la manera de las mejores tragedias áticas, pequeños grandes relatos. Recordemos el monólogo final de Blade Runner de Ridley Scott. El replicante Roy Batty se está extinguiendo. En un esfuerzo casi supremo, le expresa a su perseguidor: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia…”; el momento vale un filme y transcurre en un tiempo que escasamente supera el minuto Los dos relatos, el del lavatorio y el de la torre-deposito, son solo algo de lo que bordea ese horror y esa muerte dentro del océano de la novela de King.  Beverly Marsh y Stan Uris han visto cosas inimaginables en ese Derry de fines de los cincuenta. Han sido impactados por el horror y la muerte que propaga Pennywise y el escritor nos da muestra de ello.
De todos modos, ambos relatos, el de Beverly Marsh y el de Stan Uris, en todo intento de reseña, se diluyen en la enorme trama de IT si no sabemos descubrirlos. Se convierten en lágrimas en la lluvia, remedando la notable metáfora de Roy Batty antes citada. Desaparecen en la enormidad del relato y al igual que ese Derry tampoco existen en el Google.


 Jorge Jofre.  Octubre 2019.
Geofrius didakticus. (1919)
Publicado en Revista Amauta. Nro 11. Enero 2020.